Ciudad

El oficio de ser mamá y papá

Una historia de fortaleza y lucha contra los prejuicios patriarcales, los beneficios del contrato y la maternidad como motor de sus días.

08 de Marzo 2018 Más ciudad para todos


Tiene 25 años, es la segunda de cinco hermanos y es mamá soltera. En octavo grado dejó el colegio pa- ra empezar a trabajar, y hoy con dos hijas de cinco y un año, agradece su trabajo y desea algún día terminar el secundario.

Ana Cristina Sánchez tiene a Guadalupe de 5 años y Aimara de 1. Hace cuatro años trabaja en la Municipalipresidad, en el área de Choferes, ingresó cuando su hija más grande estaba por cumplir un año. “Con el primer sueldo del municipio le pude feste- jar el primer año a la más grande, fue gracias a eso”, expresó.

Vive con sus padres, quienes la ayudan en la crianza y el cuidado de sus hijas mientras ella sale a trabajar. “Ahora estoy con contrato, y eso es un montón para mí, me cambió la vida y a mis hijas no les falta nada”. “Además gracias a Dios también pue- do ayudar a mis padres en casa, mi mamá me ayuda un montón con las chicas y eso es impagable”, agregó.

Ana trabaja desde muy chica para ayudar a sus padres. Cuando cursa- ba el octavo grado del Colegio Pablo Haedo tuvo que comenzar a trabajar y los compromisos y horarios la obligaron a dejar el estudio. A los 20 años tuvo su primera hija, pero nunca dejó de lado la idea de terminar sus estudios. “Si tengo la posibilidad de estudiar, voy a estudiar, si tengo que ir con mi hija voy igual”.

Para ella, sus hijas son todo, son su motor, para trabajar, para estudiar y para buscar constantemente un fu- turo mejor para sus hijas y para ella, sobre todo cuando le ha tocado ser mamá y papá al mismo tiempo.

 

Ser madre sola

“Tenía 20 años cuando me enteré que iba a ser mamá, y quien en ese momento era mi novio decidió irse”. Así Ana eligió igualmente seguir sola. “Se lo conté, él no quiso hacerse cargo y no le insistí, empecé a luchar y luchar sola, buscando distintos trabajos y con la ayuda siempre de mi familia que me apoyó en todo momento”.

Al tiempo de tener a Guadalupe, Ana

volvió con el padre de su hija, convi- vieron dos años, quedó nuevamente embarazada hacer más de un año de Aimara, y luego volvieron a separarse. “Él nunca las reconoció, las dos llevan mi apellido”.

“Las dos veces me golpee sola, es di- fícil, pero le doy gracias a Dios porque mi familia nunca me soltó la mano, es- tán para lo que las chicas necesiten”, aseguró Ana, quien nunca dudo de su fortaleza para llevar adelante el oficio de ser mamá y papá. “Lo que hago es todo para mi hijas”.

“Soy mamá y papá, yo me siento así, me siento las dos cosas”. “Cuan- do le conté a Guadalupe quien era su padre, ella me dijo –mamá, yo no ten- go papá, mi papá es mi abuelo-, y yo no hice más que llorar, no sabía dónde meterme, no lo podía creer”.

Guadalupe y Aimara, viven con su mamá y sus abuelos, y en su cotidia- neidad la figura paterna, es la de su abuelo, aunque sepa, al menos Gua- dalupe que en el fondo no lo es. “Mi abuelo es mi papá del corazón le dijo Guadalupe el día que su abuelo le explicó que él era su abuelo, no su padre”.

“Hasta el día de hoy la miro y no lo creo, no sé de dónde saca esas cosas ni quién se las dice. Aimara también le dice papi a mi papá”, expresa Ana tra- tando de entender los pensamientos y sentimientos de sus hijas.

Tiene decidido y está dispuesta a qué sí sus hijas quieren conocer a su padre, hacerlo. “Yo lo vengo pensan- do, cuando hablé con Guadalupe me dijo que no quería, que no le importa- ba, pero quizás más adelante su pen- samiento sea otro”, expresa. “Nunca les voy a ocultar nada, pero también dependerá de ellas”.

Ana dice que no está arrepentida de nada, considera que hay que escuchar a los chicos y sus deseos. “Mis hijas son todo para mí, me cambiaron la vida”. “Jamás pensé que iba a tener lo que tengo, he salido un montón ade- lante, y también es gracias a ellas”.

 

Todo por ellas

“Siempre pone a tus hijas, hacelo todo por ellas, me dice mi mamá”. La abuela de Guadalupe y Aimara, es un pilar fundamental, no sólo en la vi- da de sus nietas, sino también en la de sus hijos y especialmente en la de Ana.

“Mi mamá es lo mejor que me pudo pasar, está siempre ahí, al pie del ca- ñón, no me puedo quejar, nunca me faltó amor”. Le ayuda permanente- mente en la crianza de sus hijas, le da consejos, le enseña, y además le dice “-Ani mientras yo esté nunca les va a faltar nada-“.

Si bien para Ana no es fácil dejar a sus hijas para salir a trabajar, ellas son su motor, su razón, y sabe además que quedan en las mejores manos que sus niñas puedan estar, en las de su abuela, en las de su mamá. “Para mis hijas su abuela es TODO”.

Emocionada Ana concluye, “mis hi- jas me dan la fuerza todos los días, son todo, me cambiaron la vida to- talmente de un día para el otro”. “No tengo palabras para decirles, yo soy feliz y por ellas haría cualquier cosa”.

 

 

 


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